Había una vez un grupo de lindas
amiguitas que siempre se llevaban muy bien: la traviesa Portada, la tenaz
Guarda, la inteligente Solapa, la seria Contraportada, la soñadora
sobrecubierta y la sonriente Portadilla. La mayor parte de su tiempo se la
pasaban juntas estudiando, haciendo tareas, jugando, bailando y en ocasiones se
iban a la cafetería para platicar de todo lo que les había sucedido durante la
semana. Un día Portada faltó a la reunión de siempre, por lo que de inmediato
Solapa muy preocupada, les preguntó a todas si alguna sabía del motivo por el
cual no se había presentado. Todas comenzaron a preocuparse y una de ellas
dijo: —lo mejor sería llamar a su casa, tal vez se encuentra enferma—. En eso,
la señorita Portadilla tomó la palabra y dijo: —Esperen, ¡creo saber dónde
está!—. Todas guardaron silencio por un momento —. Hace algunos días me dijo
que estaba aburrida de la rutina y que quería experimentar algo diferente, como
conocer el bosque encantado del que tanto le hablaban sus primos. La
preocupación aumentó, porque ese bosque era muy famoso por sus pantanos y según
la leyenda, todo aquel que ingresaba, no salía con vida a menos que hiciera
algo bueno para el bosque, pues desde hace mucho lo único que le dejaban los
turistas era basura. Eso era lo que le había hecho enojar tanto. Desde entonces
y como castigo, todo aquel que lo visitaba, desaparecía en sus pantanos. El
miedo comenzó a invadir a cada una, menos a Sobrecubierta (la soñadora) que imaginó
a los pantanos llenos de basura y lodo que se formaban junto con la lluvia. Además,
en ese momento lo más importante era salvar la vida de su gran amiga, por lo
que se le ocurrió un plan en la que todas estuvieron de acuerdo: llevaron
lasos, alimentos, una lámpara, pala y todo aquello que les pudiera hacer falta,
en especial 4 arbolitos que dejarían plantados. No sin antes por precaución,
una de ellas se quedaría fuera del bosque para pedir ayuda, por si se tardaban
en salir. La amistad que las unía era tan grande, que no les importó arriesgar
su vida para salvar a su amiga Portada, los minutos corrían y entre los gritos
que llamaban a su amiga portada, a lo lejos, se lograba escuchar un sonido del
viento que movía las hojas de los árboles con mucha fuerza, de tal forma, que
por momentos les hacía sentir temor. Era mágico y aterrador como lo contaba la
leyenda: ruidos extraños de animales desconocidos. Poco a poco la luz de la tarde comenzaba a desaparecer, fue
entonces que a la sonriente Portadilla, se le vino a la mente lo de hacer algo
bueno para ayudar al bosque y dijo a todas: —Oigan, ¿no sería mejor que
comenzáramos a plantar los arbolitos para que el bosque vea nuestras buenas
intensiones y podamos encontrar lo antes posible a nuestra amiga Portada?–. —Tienes
razón! – Respondieron todas–. Y cada una con mucho cariño plantó un arbolito y
al mismo tiempo que lo iban plantando, el viento se calmaba y dejaba oír por algunos
momentos, sonidos con más claridad, entre ellos, el de un búho. Sin hacerle
mucho caso, siguieron su camino en busca de su amiga Portada, pues el tiempo se
hacía cada vez más corto. Cuando de repente, una de ellas se detuvo y al
inclinarse hacia el suelo, encontró la diadema de su amiga y les dijo a todas: —Miren
lo que acabo de encontrar, algo de nuestra amiga Portada! Debe estar cerca de
aquí—. Fue entonces que la felicidad iluminó el rostro de cada una de sus
amigas y al caminar más de prisa con la ilusión de tenerla cerca, una voz de
angustia y desesperación se empezó a escuchar con claridad: era la de su amiga
Portada, atrapada en uno de los pantanos. —¡Hey, Amigas! ¡Aquí estoy! —. Y
todas corrieron hacia donde se encontraba, pero ella les dijo: —¡Tengan
cuidado!– pueden resbalar y caer como yo–. —¡No te preocupes!–Contestaron
todas–, pronto te salvaremos. Rápidamente, ataron un lazo a un árbol que se
encontraba cerca de ahí y se lo aventaron a Portada, para poderla rescatar de
tan asqueroso pantano, y cuando por fin quedó a salvo, todas se abrazaron con
felicidad. Portada estaba muy agradecida con sus amigas por su valiente hazaña
y por haberle salvado la vida. Después de varios minutos tomaron sus cosas y se
alejaron de ahí; en el camino comentaron todo lo que había ocurrido. Entre
muchas de las cosas que aprendieron, fue a reflexionar sobre lo valioso que es
cuidar de la Naturaleza, pues ella les había dado una gran lección, que les
hizo comprender que todos somos parte de ella y que si la destruimos, de igual
forma nos destruimos a nosotros mismos. Desde entonces, en todas sus reuniones
incluían temas que ayudaran para mejorar el medio ambiente, además organizar
actividades diversas con su familia, amigos y vecinos que les permitan hacer
consciencia del hermoso planeta en que vivimos.
Jacqueline Xique Tepale
Biblioteca Pública Regional
Maestro Vicente T. Mendoza
San Pedro Cholula, Puebla.