miércoles, 18 de septiembre de 2013

“VESANIA”


Mi cabeza está en otro sitio, renuente a tus pensamientos.
Comienzan los viajes inesperados donde suelo echarte de menos,
la abertura de tu boca me invoca en silencio, yo sólo escucho.
La versatilidad de tus labios me besa desde lejos, estoy allí, esperando.

Me preguntas por la inmensidad del mar y un montón de cosas más,
tal vez pueda entenderte, pero no quiero hacerlo.
Tu vesania me atrapa,  extraña costumbre de mis emociones sin color.
Haces resonar los vacíos donde sólo había polvo, manía surreal.

La simetría de tu nariz, tu boca modesta entre otras cosas perfectas,
cuadros sin interpretar, figuras de felicidad incandescentes.
Detrás de los caballos blancos y las historias del mar en verano,
detrás de tantos espejos y una que otra nota, siempre estarás tú.

En soledad, leo tu última mirada. Una especie de amorfia y frenesí,
ese yo tan efímero, reflejado en el claro de tus pupilas, como en un sueño.
¿Acaso puede haber algo mejor? Desde luego que no.
Horas de miradas mudas,  tardes de sol,  café e inspiración.

Detrás de tus libros de filosofía y tus largas aseveraciones de conciencia,
detrás de tus secretos y música llorona, lejos de mí, lejos de ti.
Detrás de tus hechos trascendentales, y tus cuantos besos nocturnos,
Más cerca de lo que piensas, y más lejos de lo que supongo, estás.

Pero soy energía fortuita. Lo que hay dentro de tu corazón encanecido,
un ligero espejismo y manchas de tinta en un viejo trozo de historia encontrada en un suspiro detrás de abundantes restos de melancolía.
Justo allí, entre fotos y realidades, entre cenizas y pajas sucias.

Podría jurar que posees la sombra de mi lado inaudito bajo tu antebrazo.
Como los pedazos de memoria entre palabras entumecidas y miradas amenas,
pero sin ti no habría luz que alumbre, lluvia que empape o viento que despeine.
Mi sentimiento de inmunidad enfermizo se irá en mi último intento sin ti.

Sabes como un cumpleaños, como un café después de la lluvia: imperfecto.
Tan ciego, tan lúcido. Tan tú. Cálido como las oleadas del sur en primavera.
Tu sensibilidad es tu arma, salvavidas en mares llanos y en mentes perdidas,
sin embargo, ignoras que hoy no es el día, porque jamás lo has admitido.

Sin embargo, aún así  me vences sin siquiera luchar. No lo sabes, pero estoy rendida.
Me perdí en tu dulce vesania y tú ni siquiera lo imaginas. No lo sospechas.
Soy esa chica caminante de pasos silenciosos, transparente .
He abierto los ojos sólo para verte. Evocas a mi nombre y vuelvo a empezar.

Itzel Rosas Caballero
Pececito de oro

“Amor mío, amor nuestro”

De la nueva generación: 


Eres transparente. Tu sentido, tu extrañeza.
Como mi molestia bendita, mi dolor sin sitio.
Eres mi pizarra sin letras ni oraciones, sin insignias, sin líneas.
Como un gran diamante, mi diamante en bruto.

Eres esa hoja en blanco donde suelo escribir a diario.
Como mi reliquia sagrada, también mi lugar y mi tiempo.
Eres mi amanecer y mi ocaso. Mi melodía e instrumento.
Como un gran acertijo, mi acertijo sin ser resuelto.

Eres como mi hora predilecta de la mañana, único.
Como la letra de mi preludio favorito. Mi mar y mi cielo.
Eres la vigilia y el color de mis auroras. Mi ritmo y compás.
Como una figura sin igualdad, amado ser escaleno.

Y aquí estamos, sentados en la misma banca,
tomados de la mano, mirándonos fijamente.
Tú ves mi rostro, yo veo tu corazón. Y el día es perfecto.
Y todo es raro como estas palabras.

Mi voz te invoca proclamándote mío una vez más.
Porque tú eres mi brújula y yo tu dirección.
Un par de cómplices de tiempos sin tiempo.

Somos slo uno. Dos almas sin cuerpo,
amantes del invierno, hijos de la locura.
Niños y poetas. Somos más que nuestros.

Itzel Rosas Caballero
Pececito de oro