martes, 5 de febrero de 2013

¡Ah qué memoria la mía!



¡Ah qué memoria la mía! No recuerdo cuando gateaba, mucho menos al caminar; parece que fue ayer, cuando corría por los terrenos de mi casa apenas seis años tenía.  Fui una niña llena de vida, feliz porque a mi alrededor me cubría la naturaleza del campo, oler a tierra fresca cuando llovía y cundo salía el sol me despertaban esos rayos de luz.  Yo era dichosa porque no tenía de qué preocuparme, corría como chiva loca, agarrada de la mano de un hermano dos años mayor que yo, nos escondíamos para que nadie nos encontrara; pero el castigo era mejor, porque nos encerraban nuestros padres en un tonel donde nuestra cabeza apenas se veía, bueno la mía, y en lugar de enojo, nos causaba gracia.

Al cumplir los siete años, entré a la primaria, me hice de amiguitas,  jugaba gritaba, cantaba, bailaba, hasta que sucedió lo inesperado. Un mal día y digo mal porque fue la peor pesadilla de la familia, mataron un hermano de dieciséis años, en mi propia casa; los detalles no los contaré, solo les diré que fue terrible, y eso no lo olvidare jamás. Él era un joven trabajador que pudo tener un porvenir lleno de sorpresas bellas, pero alguien le privó de ese privilegio. Recuerdo muy bien, como siempre, mi hermanito y yo juntos de la mano, entramos al cuarto donde lo dejaron. Había mucha gente, se puede decir que el pueblo entero. Mis padres sufrieron mucho, en ese momento nosotros no sabíamos del dolor, pero conforme fui creciendo, lo iba asimilando.

Pasó tiempo. La vida siguió con sus altas y bajas; mi mayor pasatiempo era la escuela, disfrutaba las pastorelas, las danzas, así como en los recitales del diez de mayo. Yo no sé cómo le hacía mama para comprarme el vestuario de cada actuación, sólo sé que me daba permiso para todo esto.

     Mi  juventud, oh, divino tesoro; una joven alegre y participativa en las actividades culturales, religiosas y escolares, y hasta en la política, ésa era yo. Pero como todo, siempre aparecían limitaciones para continuar estudios; tuve que estudiar con mis propios medios y trabajar, pues pertenecía a una familia de recursos bajos, además con diez hermanos, yo ocupé el sexto lugar.

A los veintidós años inicié como bibliotecaria, lo digo con mucho orgullo, pues ahí encontré mi vocación de servicio y de superación, Un año después me casé y tuve tres hermosos hijos, una niña y dos varones. A Dios le doy gracias, por tenerlos y con el apoyo de mi esposo y familia continué creciendo en el ámbito laboral. Mi labor en la biblioteca, es llevar a cabo actividades de fomento a la lectura, trayendo proyectos que fortalezcan el crecimiento cultural y educativo de nuestra comunidad, así como vincular la biblioteca pública con los sectores educativos; es un poco difícil, pero satisfactorio, pues continué el camino que yo elegí.

Crecieron mis hijos y volví a emprender mis estudios, ahora, con mucha satisfacción estoy por finalizar mi carrera. En mi caminar siempre encuentro gente buena que me induce al esfuerzo de continuar en la vida. Uno de ellos fue mi papá. Quien cuando  estuvo, siempre me alentó con sus consejos y halagos, diciéndome que estudiara y que me fuera con entereza y seguridad para alcanzar lo que yo deseara en la vida; mi mamá también se siente orgullosa de mí, no me lo manifiesta pero lo sé, como yo lo estoy de mis hijos. Sé que tengo las herramientas necesarias para enfrentar desafíos, no importa cual edad tengamos para alcanzar nuestra metas, solo es hacer lo que queramos y vencer los obstáculos que se presenten en la vida


Maria Rosa Chapuli Xochimitl
Biblioteca Pública "Héroes de la Revolución Mexicana
Municipio Coro nango

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