martes, 5 de febrero de 2013

Las Léperas Damas



 En la calle de La Soledad, colonia Maravillas, de Ciudad Torrealta, había una vez tres mujeres que no eran muy queridas por los niños, aunque sí apreciadas por los papás de esos niños. Se llamaban Dulcilanda Colorada, Reina Cristina de los Cielos y la señorita Chucha Torres.

Las tres mujeres siempre pasaban por el centro del pueblo y como eran solteras y un poquito grandecitas de edad, llamaban la atención con el meneo de su caminar, además el apellido le hacía honor a cada una de ellas.

Delicada Colorada, era una dama muy presentable, tenía las mejillas rosadas, porque cuándo los hombres le lanzaban un piropo, se sonrojaba con los halagos que le hacían los caballeros, mostrando una sonrisa de cortesía y los caballeros susurraban y decían qué dulce es esta dama. Por otro lado, Reina Cristina de los Cielos, una señorita muy alta y muy encopetada que cuando se peinaba se ponía un diadema con un turbante que parecía de oro, su nariz afilada y grande, con un abrigo largo, largo, que al caminar se sentía toda una reina de los cielos.

Y por último, Chucha Torres, una mujer común y corriente, no muy alta, ni colorada, mucho menos encopetada; parecía no interesarle su aspecto, pues usaba unos lentes tan grandes y gruesos, que cuando abría los ojos parecía que quería comerse a todo aquel que pasaba junto a ella. Siempre estaba cargando una sombrilla, que le servía para cubrirse el sol, y para protegerse de cualquier cosa, o simplemente la tomaba como bastón.

Los niños de la calle La Soledad conocían a las mujeres sólo por su aspecto y cada vez que las encontraban les decían de cosas; desde luego, ellas se molestaban volviéndose hacia ellos, muy enojadas.

Un día, uno de los niños llamado Juanito al salir de su casa, mientras caminaba por la calle, se topó con un individuo que lo tomó por los brazos para conducirlo hacia el coche que estaba cerca de ahí; en ese preciso instante, y como arte de magia, apareció una de las damas: nada más y nada menos que la señorita Chucha Torres, que al oír al niño que gritaba, corrió hasta más no poder y con la sombrilla le tiró y tiró golpes al individuo que quería robarse al niño. A partir de ese momento, Juanito les contó lo sucedido a sus amigos; los niños pidieron disculpas a las tres señoritas y prometieron no volverlas a molestar, por lo que sus padres les explicaron que nunca se debe juzgar a las personas por su aspecto, mucho menos sin conocerlas.

María Rosa Chapuli Xochimitl
Biblioteca Pública  No. 912
Héroes de la Revolución Mexicana
Municipio Coronango              



No hay comentarios:

Publicar un comentario