Corazón,
corazón, preciso es que definas
para
tu reflexión un horizonte justo
y
que tu sol acabe tras aquellas colinas
y
que oprimas tu lloro bajo este árbol adusto[1].
Estoy
sentado sobre mi pasado
como
un viajero en la estación
sobre
un baúl cerrado[2].
Empieza
a llover:
tras
la puerta entornada
no
se puede evitar que sacuda el corazón
este
aroma de tierra llovida[3]
Hace
falta estar ciego,
tener
como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena
hirviendo,
para
no ver la luz que salta en nuestros actos,
que
ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra
diaria palabra.[4]
¿Por
qué a mis roncos ayes
no
vuelves a este mundo,
y
la región no dejas
de
sombras y de lutos?[5]
Es
mi alma una iglesia abandonada,
que
soledad y ruina sólo ofrece;
su
sepulcral silencio me estremece;
busco
y torno a buscar: no encuentro nada.[6]
María Minerva López Vázquez
Biblioteca
Pública Municipal “Mtra. Rosa
Esther Adame Quiñones” No 8617
Junta
Auxiliar La Gloria, Cd Serdán, Puebla.
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