El aroma de
panes nunca olido
y sin embargo
familiar su olvido.[1]
Es inútil que
finja indiferencia,
en balde busco
el ala del olvido
para calmar un
poco mi dolencia,
mi corazón
enfermo de tu ausencia
expira de dolor
porque te has ido.[2]
Tu mal
comprendo y tu quebranto es mío,
Satélite espectral,
porque estoy solo,
y sufro más de
olvido que de frio
aquí en esta
ciudad cerca del polo.[3]
Mírame, por
Dios, desde lo oscuro;
Ahonde
cada sombra
de estos árboles
tú recuerdo es mío.[4]
Te desea mi
carne torturada,
Jidé, Jidé, y
recuerdo con porfía
frescura de tus
brazos de ambrosía
Y esencia de tu
boca de granada.[5]
No para el
tiempo, sino pasa; muere
la imagen si, que a lo que pasa aspira
A conservar
igual a su mentira.
No para el
tiempo; a su placer se adhiere.[6]
Ya tramonta mi
vida, la tuya empiezas;
mas, salvado
del tiempo los valladares,
como un rayo de
luna sobre los mares
pasas por el
abismo de mis tristezas.[7]
Porque veo al
final de mi rudo camino;
que yo fui el
arquitecto de mi propio destino.[8]
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