martes, 15 de enero de 2013

El libro del buen saber


Hubo una ocasión en que un Libro se encontraba muy triste en una biblioteca del estado de Puebla, para ser específicos, en la biblioteca pública Sor Juana Inés de la cruz del municipio de Acajete, Puebla. Este libro, ya un poco viejo y decolorado por los años, se lamentaba porque sólo dos veces en su larga vida había sido abierto para conocerlo; así pasaban un día, una semana, un mes un año y nadie lo agarraba, solo sentía las suaves manos que limpiaban el lugar donde se encontraba.

Hasta que llegó una noche mágica, llena de un sabroso sueño; en ese sueño se encontraba en un gran mercado, en donde le ofrecían alimentos de la mejor calidad y muy antojables; no sabía ni por dónde comenzar o cuáles elegir, pero lo mejor de todo es que había grandes ofertas a muy buen precio. Comenzó por el pasillo de las carnicerías y pollerías, y cuál fue su sorpresa al saber que una pieza de carne tenia de nombre de lomo, mmm… la compró junto con un gran filete de portada y una pierna de contraportada.   Continuó su recorrido por las frutas y verduras, pidió un kilo de guardas maduritas, dos kilos de hojas de cortesía, medio kilo de anteportada; también llevó un racimo de frontis, una jugosa página de derechos, una penca de dedicatoria para la semana, y un kilo de prólogo petacón. Luego recordó que ya no tenía legumbres y fue a comprar un kilo de índice bayo sin muchas piedras y terminó pasando por la cremería y se llevó un colofón para deshebrar. Y así lleno su canasta.

Llegó a casa y pensó qué era lo que comenzaría a preparar para comer y analizando su compra comprendió que todo era importante para su salud, así que se programó para comerlo todo y así, podría ir cada semana al mercado.

En ese momento lo despertó un ruido, se trataba del titular de la biblioteca que llegaba a abrir. El viejo Libro se lamentaba de que lo hubieran despertado  de ese gran sueño, pero recordaba claramente cada detalle y comenzó a relacionar su sueño con la vida real;  concluyó que todo él era un gran manjar de conocimiento. y que para toda persona que se encuentre con sobrepeso de tiempos perdidos y sin beneficio es momento de ir a su biblioteca y disfrute del placer al saborear de todo un exquisito libro. Y así fue como llegó a haber un taller de lecto-escritura llamado Los devoradores de libros.

Lizbeth Juárez Morales

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