Hubo
una ocasión en que un Libro se encontraba muy triste en una biblioteca del
estado de Puebla, para ser específicos, en la biblioteca pública Sor Juana Inés de la cruz del municipio de Acajete, Puebla. Este
libro, ya un poco viejo y decolorado por los años, se lamentaba porque sólo dos
veces en su larga vida había sido abierto para conocerlo; así pasaban un día,
una semana, un mes un año y nadie lo agarraba, solo sentía las suaves manos que
limpiaban el lugar donde se encontraba.
Hasta que llegó una noche mágica,
llena de un sabroso sueño; en ese sueño se encontraba en un gran mercado, en
donde le ofrecían alimentos de la mejor calidad y muy antojables; no sabía ni
por dónde comenzar o cuáles elegir, pero lo mejor de todo es que había grandes
ofertas a muy buen precio. Comenzó por el pasillo de las carnicerías y
pollerías, y cuál fue su sorpresa al saber que una pieza de carne tenia de
nombre de lomo, mmm… la compró junto con un gran filete de portada y una pierna
de contraportada. Continuó su recorrido
por las frutas y verduras, pidió un kilo de guardas maduritas, dos kilos de hojas de cortesía, medio kilo de anteportada;
también llevó un racimo de frontis, una jugosa página de derechos, una penca de
dedicatoria para la semana, y un kilo de prólogo petacón. Luego recordó que ya
no tenía legumbres y fue a comprar un kilo de índice bayo sin muchas piedras y
terminó pasando por la cremería y se llevó un colofón para deshebrar. Y así
lleno su canasta.
Llegó a casa y pensó qué era lo que
comenzaría a preparar para comer y analizando su compra comprendió que todo era
importante para su salud, así que se programó para comerlo todo y así, podría
ir cada semana al mercado.
En ese momento lo despertó un ruido,
se trataba del titular de la biblioteca que llegaba a abrir. El viejo Libro se
lamentaba de que lo hubieran despertado de ese gran sueño, pero recordaba claramente
cada detalle y comenzó a relacionar su sueño con la vida real; concluyó que todo él era un gran manjar de
conocimiento. y que para toda persona que se encuentre con sobrepeso de tiempos
perdidos y sin beneficio es momento de ir a su biblioteca y disfrute del placer al saborear de todo un
exquisito libro. Y así fue como llegó a haber un taller de lecto-escritura
llamado Los devoradores de libros.
Lizbeth Juárez Morales
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