viernes, 25 de enero de 2013

SAÚL, HÁBLAME



El hombre miró  el sello postal en el sobre y suspiró. Dobló la carta con cuidado y la metió en la enorme bolsa de su abrigo  gris Oxford. Elevó  la mirada al cielo como esperando Que la respuesta estuviera escrita en el cóncavo azul.
Caminó lentamente, con paso firme, subió las escaleras, que hoy como nunca se le habían hecho eternas. Abrió  la puerta de su departamento y entró, se sentó en su sofá y sacó  el sobre.
Se quedó pensativo, indeciso de abrir el sobre o no.
Empezó a recordar aquellos tiempos tan maravillosos que había pasado en su hermoso Chalchicomula; la tranquilidad, el olor del campo a humedad cuando llovía, lo majestuoso que se veía el volcán Citlaltepetl, cuando los rayos del sol lo iluminaban y resplandecía la blancura que lo coronaba, y cuando acompañaba a su padre a cortar hierba para el ganado.
¡Ahh! Qué tiempos aquéllos…. En sus ojos cansados y tristes se asomaron unas lágrimas, sus manos temblaban, sosteniendo fuertemente el sobre.
Saúl se recostó sobré el sofá, cerró sus ojos, y las imágenes de su partida aparecieron frente a él, como si lo estuviera viviendo nuevamente. Su esposa Juana llorando, sus hijas Tere y Claudia, eran tan pequeñitas, que no entendían nada. Juana le decía
– ¡No te vayas! –
Y Saúl le contestaba
– Es por el bien de ellas, ¡míralas!, se merecen lo mejor. Sólo será por unos años. –
Abrió sus ojos rápidamente,  se enderezó y pensó, ¿realmente fue lo mejor para ellas?, ¿valió la pena haberme perdido sus primeros pasos?, ¿el no haber podido estar el día de la muerte de mis padres?
Soltó en llanto desesperado. ¿Realmente valió la pena? Sí, sólo serían unos años, pero veinte, veinte años. Claudia ya es licenciada y Tere estudia la universidad.
¡Juana, mi querida Juana! Juro que ahora que regrese las disfrutaré al máximo, les daré todo mi amor, las llevaré a la laguna de Aljojuca o a la de Chilchotla, tantos lugares tan hermosos que hay en mi hermoso pueblo.  Pero ¿y si me dicen que no quieren saber de mí?  ¿y si Juana ya tiene otro hombre? Los dos años pasados perdí contacto con ellas.
De pronto sintió un dolor muy fuerte, se sobó el brazo y le empezó a faltar la respiración, cayó del sofá, se estiró con esfuerzo para tomar el sobre, lo desgarró, aún con el dolor tan fuerte en el pecho, lo abrió y al querer desdoblar la hoja, dio su último aliento.
Dos horas más tarde, llega su compañero de cuarto, Jesús, lo mira tirado y corre hacia él.
– ¡Saúl, Saúl, Saúl, háblame! – .

Toma la hoja que Saúl apretaba con su mano, y lee:
¡Claro papá te esperamos con los brazos abiertos, gracias por tu sacrificio, te amamos! Tu familia.

Biblioteca Pública  “Mtra. Rosa Esther Adame Quiñones”
María Minerva López  Vázquez.
Junta auxiliar La Gloria, Cd Serdán.
Pececito de oro

1 comentario:

  1. Precioso relato, me envolvió desde el título. :D Felicitaciones
    Diana Laura Ramos Aca

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