Eran los años veinte; en la sierra norte de Puebla
existía un pequeño municipio llamado El Rincón de Las Paguas. La mayoría
de la gente se dedicaba al campo. En aquel tiempo llegó a vivir Agapito que se
acababa de robar a una chamaca de la ranchería vecina yéndose a refugiar ahí. Canuta,
que llegó asustada a lo desconocido. Agapito la lleva a primera estancia a la
iglesia para que la conozca el señor cura y les de su bendición. Al llegar a la
hacienda grande, las esposas de los peones de los alrededores la ayudan a
instalarse y compadeciéndose le regalan unos pocos enseres domésticos y una que
otra costera para parchar su jacal. Formaron de tarros su gallinero y acondicionaron
su catre con costales viejos de café. Acomodaron el brasero en alto formando un
guacal y rellenándolo de tierra puliéndolo después con ceniza. Agapito, que era
muy devoto de la virgen de Guadalupe le preparo un altar.
Para iniciar su vida de
arrejuntado y ganarse unos centavos el patrón de la casa grande le presta un
pedazo de tierra para que siembre y toma de tarea varios potreros que necesitan
chapeo y ganar un poco más que cualquier peón. Al finalizar la semana cobra su
raya y los sábados por la tarde junto con el domingo se dedica a su siembra,
que según por la temporada, podía ser fríjol, maíz, chile o cacahuate. Los
domingos por la tarde sale con Canuta a las Paguas a comprar su comisaría y
escuchar misa.
La familia empezó a crecer, poco
a poco llegando a tener cuatro mujeres y cinco hombres, que según él lo
sacarían de pobre.
Empezaron
a crecer sus hijos como las ambiciones del hombre, ya que era muy bueno para el
comercio, pues sus cosechas las vendía a buen precio y hacerse de más ganancia,
pues nunca quiso aceptar prestamos del patrón, consciente de que si recibía la
ayuda, jamás prosperaría. Poco a poco fue comprando las cosechas de los
rancheros vecinos para ganar más claro sin faltar los gramos de menos. Con el
tiempo y su astucia se hizo de algunos centavos llegando a comprar una casa en
las Paguas, llevándose a Canuta y a sus nueve hijos que para aquel entonces ya
iban a la escuela. Aún con sus huaraches de llanta que Agapito usaba en aquel
tiempo, la pobre madre para ayudar más a su viejo les cosía a sus hijos sus
camisas de bolsas de azúcar y vendiendo los blanquillos y uno que otro pollo de
su gallinero. La situación económica mejoró teniendo en cuenta que su sueño era
llegar a ser un hombre respetable, ó sea: un naco con dinero, como muchos de
hoy en día.
Canuta espantada con su nueva
vida de adinerada sentía que se le venía el mundo encima, pues Agapito se
dedicó a tomar sus pulquitos y andar de molino en molino, gozando lo que el
dinero le podía dar.
Al pasar algunos años construyó
una tienda de abarrotes vendiendo en semillas, alimentos, y todo lo relacionado
con el campo. Se dedicó a vender al menudeo a las pequeñas tiendas, se compró
sus camiones para transportar las cosechas de los alrededores. Sus hijos
crecieron y las mujeres se casaron y los hombres también, mas siempre hay uno
en la familia que desea trascender en la sociedad buscando otros fines, aunque
fueran políticos, para invertir y triplicar su capital.
Sostenes, que era el más pequeño,
con muchas dificultades apenas y cursó el quinto año de primaria. El chamaco
creído por naturaleza, se sentía galán, en casa de sus padres inició sus
francachelas pues no había gata que no pasara por sus manos. Por ser el más
chico nunca le llamaron la atención. Doña Canuta, que jamás tuvo voz ni voto,
no se atrevía a contradecir a su esposo. Sostenes heredó lo ambicioso de su
padre, siendo prepotente, egoísta,
soberbio, pisoteando a quien se cruzara
en su camino, como el que nunca ha tenido
y llega a tener loco se quiere volver, si no es que desde antes ya estaba
loco de remate. Para acallar murmuraciones y tener más apoyo económico de sus
padres decide casarse y la tonta que se encontró pensó “YA LA HICE “sin
imaginar siquiera donde fue a caer.
En el municipio El Rincón de las
Paguas, empezaba la época de elecciones así que Sostenes decide lanzarse para
candidato a la presidencia del municipio, registrándose al partido “JODERE” con
su oponente del partido “AGARRARE” así es que inician con la propaganda
subversiva, panfletos en los alrededores del municipio de las Paguas.
La campaña inicia con su grupo
de ministros prometiendo mejoras regalando semillas, cobijas, petates y
variedad de cosas. La gente los escucha con mucha atención pues desean cambios
y el candidato grita a viva voz, no vengo
a servirme del pueblo sino a servir al pueblo, los ciudadanos unos con
otros empiezan a murmurar que nada más
llegan al poder y se olvidan de nosotros pues lo único que les interesa es
trascender políticamente sirviéndose del pueblo, dejándolos más jodidos,
mientras ellos estrenan camionetas de súper lujo.
Llega el tiempo de las
elecciones un trece de junio reuniéndose desde buena mañana la gente de los
alrededores, el partido oponente también hizo su lucha, y lo único que le faltó
fue el dinero para su propaganda.
El día de las votaciones terminó
ganando Sostenes por un buen porcentaje. Para festejar se va con sus ministros
al mejor salón, del pueblo, visitando los que son propiedad de sus amigos,
prometiendo cerrar aquellos que no eran de su agrado y se negaron a apoyarlo en
su campaña.
Inician las labores de Sostenes
como presidente del municipio de las Paguas, empezando el embalastramiento de
las calles, sacando fuera del municipio los tugurios para que la gente no se
diera cuenta de sus desmanes. La bola de ministros casi le lamen los pies juntó
con todos sus lacayos, que también desean sobresalir, arrastrándose y cubriendo con un buen maquillaje todas sus
anomalías. La ciudadanía está inconforme con la actitud de su presidente más le
temen a las agresiones que después puedan tener.
En fin, esto es una cadena que
algún día se romperá, pues habrá cambios y cierto día no muy lejano, El Rincón
de las Paguas tendrá un presidente honesto. Sostenes termina su reinado feliz y
contento, soñando que algún día será más que un presidente municipal; quiere
ser diputado local y después federal, teniendo siempre en su mente las paguas
del frondoso árbol que le dio fama al municipio. Tal vez este relato tenga un
poco de verdad o mentira o se queda con un signo de interrogación.. Cualquier
semejanza con la realidad es mera coincidencia.
Autor: Ana Rosa Ortiz
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