jueves, 24 de enero de 2013

Sueños


Eran los años veinte; en la sierra norte de Puebla existía  un pequeño municipio  llamado El Rincón de Las Paguas. La mayoría de la gente se dedicaba al campo. En aquel tiempo llegó a vivir Agapito que se acababa de robar a una chamaca de la ranchería vecina yéndose a refugiar ahí. Canuta, que llegó asustada a lo desconocido. Agapito la lleva a primera estancia a la iglesia para que la conozca el señor cura y les de su bendición. Al llegar a la hacienda grande, las esposas de los peones de los alrededores la ayudan a instalarse y compadeciéndose le regalan unos pocos enseres domésticos y una que otra costera para parchar su jacal. Formaron de tarros su gallinero y acondicionaron su catre con costales viejos de café. Acomodaron el brasero en alto formando un guacal y rellenándolo de tierra puliéndolo después con ceniza. Agapito, que era muy devoto de la virgen de Guadalupe le preparo un altar.

Para iniciar su vida de arrejuntado y ganarse unos centavos el patrón de la casa grande le presta un pedazo de tierra para que siembre y toma de tarea varios potreros que necesitan chapeo y ganar un poco más que cualquier peón. Al finalizar la semana cobra su raya y los sábados por la tarde junto con el domingo se dedica a su siembra, que según por la temporada, podía ser fríjol, maíz, chile o cacahuate. Los domingos por la tarde sale con Canuta a las Paguas a comprar su comisaría y escuchar misa.

La familia empezó a crecer, poco a poco llegando a tener cuatro mujeres y cinco hombres, que según él lo sacarían de pobre.

Empezaron a crecer sus hijos como las ambiciones del hombre, ya que era muy bueno para el comercio, pues sus cosechas las vendía a buen precio y hacerse de más ganancia, pues nunca quiso aceptar prestamos del patrón, consciente de que si recibía la ayuda, jamás prosperaría. Poco a poco fue comprando las cosechas de los rancheros vecinos para ganar más claro sin faltar los gramos de menos. Con el tiempo y su astucia se hizo de algunos centavos llegando a comprar una casa en las Paguas, llevándose a Canuta y a sus nueve hijos que para aquel entonces ya iban a la escuela. Aún con sus huaraches de llanta que Agapito usaba en aquel tiempo, la pobre madre para ayudar más a su viejo les cosía a sus hijos sus camisas de bolsas de azúcar y vendiendo los blanquillos y uno que otro pollo de su gallinero. La situación económica mejoró teniendo en cuenta que su sueño era llegar a ser un hombre respetable, ó sea: un naco con dinero, como muchos de hoy en día.
Canuta espantada con su nueva vida de adinerada sentía que se le venía el mundo encima, pues Agapito se dedicó a tomar sus pulquitos y andar de molino en molino, gozando lo que el dinero le podía dar.
Al pasar algunos años construyó una tienda de abarrotes vendiendo en semillas, alimentos, y todo lo relacionado con el campo. Se dedicó a vender al menudeo a las pequeñas tiendas, se compró sus camiones para transportar las cosechas de los alrededores. Sus hijos crecieron y las mujeres se casaron y los hombres también, mas siempre hay uno en la familia que desea trascender en la sociedad buscando otros fines, aunque fueran políticos, para invertir y triplicar su capital.

Sostenes, que era el más pequeño, con muchas dificultades apenas y cursó el quinto año de primaria. El chamaco creído por naturaleza, se sentía galán, en casa de sus padres inició sus francachelas pues no había gata que no pasara por sus manos. Por ser el más chico nunca le llamaron la atención. Doña Canuta, que jamás tuvo voz ni voto, no se atrevía a contradecir a su esposo. Sostenes heredó lo ambicioso de su padre, siendo  prepotente, egoísta, soberbio,  pisoteando a quien se cruzara en su camino, como el que nunca ha tenido y llega a tener loco se quiere volver, si no es que desde antes ya estaba loco de remate. Para acallar murmuraciones y tener más apoyo económico de sus padres decide casarse y la tonta que se encontró pensó “YA LA HICE “sin imaginar siquiera donde fue a caer.

En el municipio El Rincón de las Paguas, empezaba la época de elecciones así que Sostenes decide lanzarse para candidato a la presidencia del municipio, registrándose al partido “JODERE” con su oponente del partido “AGARRARE” así es que inician con la propaganda subversiva, panfletos en los alrededores del municipio de las Paguas.

La campaña inicia con su grupo de ministros prometiendo mejoras regalando semillas, cobijas, petates y variedad de cosas. La gente los escucha con mucha atención pues desean cambios y el candidato grita a viva voz, no vengo a servirme del pueblo sino a servir al pueblo, los ciudadanos unos con otros empiezan a murmurar que nada más llegan al poder y se olvidan de nosotros pues lo único que les interesa es trascender políticamente sirviéndose del pueblo, dejándolos más jodidos, mientras ellos estrenan camionetas de súper lujo.

Llega el tiempo de las elecciones un trece de junio reuniéndose desde buena mañana la gente de los alrededores, el partido oponente también hizo su lucha, y lo único que le faltó fue el dinero para su propaganda.

El día de las votaciones terminó ganando Sostenes por un buen porcentaje. Para festejar se va con sus ministros al mejor salón, del pueblo, visitando los que son propiedad de sus amigos, prometiendo cerrar aquellos que no eran de su agrado y se negaron a apoyarlo en su campaña.

Inician las labores de Sostenes como presidente del municipio de las Paguas, empezando el embalastramiento de las calles, sacando fuera del municipio los tugurios para que la gente no se diera cuenta de sus desmanes. La bola de ministros casi le lamen los pies juntó con todos sus lacayos, que también desean sobresalir, arrastrándose y   cubriendo con un buen maquillaje todas sus anomalías. La ciudadanía está inconforme con la actitud de su presidente más le temen a las agresiones que después puedan tener.

En fin, esto es una cadena que algún día se romperá, pues habrá cambios y cierto día no muy lejano, El Rincón de las Paguas tendrá un presidente honesto. Sostenes termina su reinado feliz y contento, soñando que algún día será más que un presidente municipal; quiere ser diputado local y después federal, teniendo siempre en su mente las paguas del frondoso árbol que le dio fama al municipio. Tal vez este relato tenga un poco de verdad o mentira o se queda con un signo de interrogación.. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.

Autor: Ana Rosa Ortiz

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