El hombre miró el sello postal en el sobre y suspiró.
Dobló la carta con cuidado y la metió en la enorme bolsa de su abrigo gris
Oxford. Elevó la mirada al cielo como esperando que la respuesta estuviera
escrita en el cóncavo azul.
Luis Ángel
caminó hacia su casa, llegó, encendió la chimenea, se preparó un café. Sacó la
carta del abrigo y se dispuso a leerla.
“Solo
quiero que sepas que te amo, que fuiste lo más importante en mi vida, desde el
momento en que te conocí me enamoré de ti. Nunca imaginé que alguien llegaría a
ser tan especial para mí. El haberme apoyado en los momentos más difíciles y
cada uno de los detalles que tuviste, nunca los olvidaré.
Tuve que
tomar una decisión porque lo nuestro no podía seguir, me enteré de algo
horrible y no pude decírtelo de frente.
Mi madre
antes de morir, me dio una foto de mi padre, al que tú sabes bien, yo no conocía. Créeme que me dolió cuando la
vi, quería morirme, no podía creerlo.
Lo busqué y
hable con él para saber la verdad; me dijo que se había enamorado de mi madre,
pero que él tenía a su esposa y a su hijo y no podía dejarlos. Después no supo
más de ella.
Me pidió
perdón por todo el daño ocasionado. Salí desconcertada porque nadie tenía
ninguna responsabilidad. Te envió la foto y espero me comprendas y lo perdones
a él.
Deseo que
encuentres en tu camino a una buena mujer, que te ame y te de lo que jamás
podré darte yo.”
No daba crédito a lo que decían aquellas líneas, que
su amada Mildred le escribió con tanta desilusión. Al ver la foto, subió a su
auto para buscar a su padre, no pudo controlarlo y chocó contra un árbol. El
joven murió.
La chica recibió el cuerpo de su hermano y le dio
sepultura. Al poco tiempo conoció a José Guadalupe y tuvieron a un hermoso niño
y lo llamaron Luis Ángel.
Biblioteca: Sor Juana Inés de la Cruz
Acajete, Puebla
Elaboro: Edith Barranco Coria
Pececito de Oro
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