Estimable señor taxista “distraído”:
Disculpe en
primer lugar que le haya añadido este adjetivo que, después del rato que he
pasado a su lado, le va perfectamente.
Considero que su apreciable trabajo merece todo mi respeto, entiendo
por lo que usted tiene que pasar cada día: tráfico, el ir y venir, clientes apurados y retrasados, etc. Y aun así no justifico el coraje que me hizo usted pasar por su distracción y
descuido.
Sé que los temas políticos están en boga, que hacer platica al
pasajero es su deber de cordialidad cuando el pasajero es amable y tiene ganas
de platicar pero considero una irresponsabilidad de su parte que por ir
hablando acaloradamente de sus preferencias políticas, sus quejas por las obras
de remodelación en la ciudad y hasta de si su mujer no le dio de desayunar, se
le haya olvidado la dirección que yo le di para que me hiciera el grandísimo favor
de llevarme, o lo que es peor, que
la confundiera con otra mucho más
alejada de la dirección en la que me esperaban.
Yo, dándome cuenta de su distracción y de su euforia ante los temas
que iba discutiendo como en un monólogo interior y a ratos como si hablara
directamente con el mismísimo presidente, le volví a indicar la dirección a la que quería que me llevara y ya
viéndome muy lejos de la ruta que yo tenía en mente, interrumpí su discurso
para señalarle su descuido y usted se atreve a contestarme que sí, que íbamos
bien pero que habíamos tomado otro camino, siendo obvio que se había despistado y estábamos viajando en
un espiral mientras podíamos haber ido en línea recta.
Agradezco que aunque ya tarde haya usted retomado el camino correcto
y yo por fin llegara a mi destino, lo que no puedo entender es que todavía
llegando al lugar, después de tan largo viaje, usted no tuviera cambio y me
haya hecho perder otros minutos más para ir a cambiar mi billete que no era de
una alta denominación, todavía en medio de sus dilucidaciones acerca del
bienestar social y la crítica profundamente indignada a las personas
irresponsables que no hacen bien y con amor su trabajo.
Ya que el valiosísimo tiempo no vuelva atrás y es irrecuperable,
sólo le
recomiendo de todo corazón que vea hacía sí mismo, que intente encontrar en su
ser un poco de concentración y que antes de criticar a otros haga una crítica
constructiva de usted mismo, por su propio bien y por el bien de los que
tomamos un taxi creyendo que llegaremos más rápido.
Yo me aconsejo
que para la próxima que vaya a
tomar un taxi pida que me lleve por el camino corto.
Agradezco su “atención” (eso espero) y le pido reprima un poco sus dotes
de vocero de todos los afligidos y los quejumbrosos.
Laura Montiel Ugarte
Ciudad Serdán
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