Autor: Murilo Rubiao
y Minerva
Al tercer día de haber dormido en
el pequeño departamento de un edificio recién terminado, oyó los primeros ruidos. Normalmente tenía el sueño pesado y aun
después de despertarse le tomaba tiempo integrarse al nuevo día, confundiendo
pedazos de sueño con fragmentos de realidad. No dio importancia, de inmediato,
a la vibración de los vidrios, atribuyéndola a una pesadilla. La oscuridad del
aposento contribuía a fortalecer esa frágil certeza. El barullo era intenso
venía de los pisos superiores y se parecía a los producidos por las palas de
demolición, encendió la luz y consulto su reloj: las tres. Le pareció raro. Las
normas del condominio no permitían un trabajo de esa naturaleza en plena
madrugada pero la maquina proseguía su impetuosa tarea. Los sonidos aumentaban
y crecía la irritación de Gerión contra la compañía inmobiliaria, que le
garantizara una excelente administración. De repente los ruidos cesaron.
Volvió a dormirse, pero un grito estremecedor lo despertó, sobresaltado
se paró de la cama y no podía creer lo que veía, se frotaba los ojos pensaba
que todavía estaba dormido, no podía entender lo que sus ojos veían. Todos corriendo desesperados ¿Qué pasa?
¿Por qué estaba en la calle?¿a qué hora salió? De pronto vio algo horrible: su
padre, hermanos y madre llorando desgarradamente. Tocándolo, abrazándolo y el
no sentía nada se miraba en el piso ensangrentado sin moverse y no lo creía. ¡Si
él estaba bien!, es más, ya se le estaba haciendo tarde para el trabajo.
Se desesperó ¿por qué no despertaba, de ese sueño que no era para nada
agradable? Sin poder comprender y deseando mil veces que en realidad fuera
una pesadilla, alcanzo a oír a
unas personas que decían –Estuvo muy fuerte. Fue de ocho punto seis grados ¡destruyó todo! –. Y viendo el
cuerpo inerte dijeron: –¡pobre era tan joven!
María Minerva López
Vázquez
Biblioteca Pública Municipal “Mtra. Rosa Esther Adame Quiñones” No 8617
Junta Auxiliar La Gloria, Cd
Serdán, Puebla.
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