Mi prima Inés
era rubia como una alemana. Fuimos criados juntos, desde muy niños, en casa de
la buena abuelita que nos amaba mucho y nos hacia vernos como hermanos,
vigilándonos cuidadosamente, viendo que no riñésemos. ¡Adorable, la viejecita,
con sus trajes a grandes flores, y sus cabellos crespos y recogidos, como una
vieja marquesa de Boucher.
Pero cuando mi abuela se descuidaba mi prima
Inés y yo peleábamos como dos grandes enemigos, discutíamos por cualquier cosa
y nos arrebatamos todo lo que tuviéramos en las manos; y cuando se daba cuenta
mi buena abuelita de lo que hacíamos,
nos sentaba en el sofá y
nos hacia reconciliarnos y prometer que ya no volvería a pasar, mi prima y yo
no teníamos de otra más que darnos la mano y más aún: darnos un abrazo de
hermanos.
El tiempo nos traicionó y mi abuelita murió. Lo
que quedó grabado en nuestra mente y corazón de mi prima Inés y yo, fueron sus últimas
palabras de que dejemos de pelear y que nos tratemos como dos grandes hermanos y amigos. Desde ese
entonces mi prima y yo valoramos mucho a mi linda abuelita y todo lo que nos
enseñaba y nos decía del amor de primos y hermanos.
Ahora que ya no está mi abuelita entre
nosotros nos llevamos muy bien mi prima Inés y yo, aunque
ya sea demasiado tarde. Por que sé que mi abuelita le hubiera gustado muchos
vernos así, sin pelearnos cada vez que Inés y yo nos veíamos.
Autor:
Rubén Darío
Nombre:
Jacqueline Guzmán Fabián
Biblioteca
Regional Presidente Juárez
San Juan
Tianguismanalco, Pué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario