Texto
en español: Herenia Antillòn Almazàn.
Había
una vez una princesa a quien le encantaba jugar con su pelota de oro. Cuando hacía
calor, le gustaba sentarse junto al viejo pozo del bosque y lanzar la pelota al
aire.
Unos días le resbaló de sus dedos y cayó al pozo. Como era tan hondo, la
princesa no podía ver el fondo.
—¡Oh qué tristeza! ¡Nunca la podré sacar!— Y empezó a
llorar.
Repentinamente, oyó una voz que le decía:
—¿Qué sucede princesa?
Ella miró en dirección a la voz y vio a una rana que asomaba la cabeza
fuera del agua.
—Ah, sólo eres tú—dijo—.Pero ya que
preguntas, estoy triste porque mi pelota de oro cayó al pozo.
—Yo podría sacarla—contestó la rana. ¿Pero,
que me darías a cambio?
—Lo que desees. ¿Quieres
mis perlas…o tal vez prefieres mi corona de oro? —La rana le contestó: —¿Qué haría con una
corona? Sacaré la pelota si me prometes que serás mi amiga, que me invitarás a
cenar y que podré dormir en tu casa.
—De acuerdo—, respondió la princesa pensando que la rana
sólo hablaba tonterías.
La rana se sumergió hasta lo más hondo del pozo y pronto regresó con la
pelota de oro en la boca. En cuanto dejó la pelota a los pies de la princesa,
ella la tomó y salió corriendo de regreso al castillo, sin siquiera darle las
gracias.
—¡Espera, no puedo ir tan de prisa! —gritó la rana.
Pero, la princesa no le hizo caso.
La princesa había olvidado todo lo
relacionado con la rana, cuando un día mientras cenaba, oyó que alguien subía
por las escaleras de mármol del castillo haciendo plish-plash. Luego oyó una
voz que gritaba: —Princesa, ¡Ábreme la puerta! —. La princesa curiosa,
fue a abrirla, pero cuando vio a la rana cerró la puerta de un golpe.
Nunca más se supo del destino de la rana. Pasó el tiempo y un día la
princesa enfermó de un extraño mal. Todo el grupo de médicos y curanderos del
reino se reunieron para investigar qué sucedía con la princesa, pues no era la
misma desde que había recuperado su pelota de oro y su estado cada vez era mas crítico
ya que no podía hablar, caminar ni
mucho menos moverse.
El rey se encontraba totalmente triste y desconsolado por lo que
prometió regalar grandes extensiones de tierras y joyas a aquella persona que
pudiera sanar a su única hija. De
todas partes del planeta acudieron médicos, hechiceros, brujos y videntes, sin
obtener resultados satisfactorios.
Un día, el rey acudió desesperado a buscar a un hada del bosque y al
llegar a su presencia le suplicó que lo ayudara y a cambio se volvería un rey
muy noble y piadoso. El hada accedió a su petición y pidió al rey que viajara a
los lejanos pantanos y buscara a la rana que habla, la llevara al castillo y
que la rana ungiera el cuerpo de la princesa con sus ancas y le diera un beso. El
rey cumplió la petición, viajó día y noche por todo el reino hasta localizar a
la rana, pedirle disculpas, suplicarle que le acompañara y prometerle que nunca
más la princesa iba a olvidar sus promesas.
Después de meditarlo pacientemente y razonar que la venganza nunca es
buena y que no se puede vivir con rencores, el sapo accedió a acompañar al rey
y al llegar al castillo y seguir las instrucciones la princesa se recuperó, a
la vez la rana se transformó en un apuesto galán quien conquistó inmediatamente
a la princesa y dicen que después de algún tiempo se casaron, tuvieron dos
hijos y llegaron a gobernar un reino donde la gratitud y la honestidad son
valores fundamentales para la convivencia.
J.Trinidad Pedro
Bernabé Juárez Alcázar
Biblioteca Sor Juana
Inés de La Cruz
Acajete, Pué.
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