UNA EXPERIENCIA PERSONAL
(AUTOBIOGRAFÍA)
Planes previos
María Magdalena y Rufo, eran una
pareja joven con dos preciosas hijas Belén y Guadalupe y un gran amor que los
unía, sin embargo ponerse de acuerdo sobre alguna decisión, estaba lejos de ser
su mayor atributo; incluso me sorprende que hayan siquiera logrado enamorarse,
pues los dos eran tan distintos. Una broma chusca que le hacemos a Rufo es cómo
logró hablarle de amores a María Magdalena, debido a que su gran cualidad no
era ser romántico, pero en fin ese es tema para otra historia. Como iba
diciéndoles, esos dos maravillosos seres humanos, polos opuestos que se atraen
son mis padres.
Mamá quería embarazarse
nuevamente, su plan era tener cuatro hijos y si las matemáticas no la engañaban
faltaban dos; papá que al parecer nunca ha simpatizado con sumas, le alentaba
a quedarse únicamente con dos
niñas, pero, mi madre que es una de las mujeres más tercas que conozco se las
ingenió para que yo viniera al mundo ¡Bendita obstinación!, como dice mi padre:
fui requerida y casi exigida por mamá. Imagino que mamá desde la tierra le
guiñó el ojo al Creador, mientras me encontraba durmiendo en alguna nube del
cielo.
Bienvenida a la vida
Un catorce de julio del ochenta y
ocho, nací en esos cálidos días de verano. Después de que nueve meses en el
vientre de mi madre me resultaron suficientes para que quisiera salir destapada
cual corcho de botella, como era
algo perezosa un médico tuvo que auxiliar a mi madre en el parto, al parecer me
había perdido en el camino, jugueteando con mi cordón umbilical; aunque no
debería recordar ese detalle desde pequeña he jurado acordarme del día de mi alumbramiento como si
hubiera estado presente a manera de espectadora. Obviamente mis queridos
familiares con su profundo amor característico, me ignoraban regalándome una
mirada de total compasión, restándole importancia a mi prematura locura, por
cierto me nombraron Claudia.
Desde niña me persiguió la idea de que no sería normal, en verdad nadie
tiene la culpa, así se dieron las circunstancias, que se puede decir de alguien
que sueña despierta inventando
mundos y contando historias que a veces pocos quieren escuchar. De hecho, he
pensando que si esta anormalidad, que escojo llamar “peculiaridad”, no se deba
alguna alineación cósmica saltarina, un golpe prematuro en la cabeza, karma de
vidas pasadas, locuacidad,
exageración, ganas de hacerse la interesante o sea descendiente de un planeta
perdido en la galaxia de Orión, he pasado desde explicaciones místicas hasta
científicas, sin encontrar alguna respuesta lógica o metafísica. A estas
alturas de mi vida creo que son las ganas de hacerse la interesante las que me
hacen sentir rara, lo que me hace pensar que debo ser más humilde y aceptar la
unidad que hay en todo.
Regresando al asunto de mi
prodigiosa memoria, recuerdo que mi madre me daba tecito de canela. Cuando era
una parvulita de algunos meses, tengo una imagen mitigada donde mi hermana
mayor, me está cargando dándome un biberón de té, el sólo recordarlo, hace que
se venga el olor a la canela y su delicioso sabor; otro recuerdo que me sigue
es el de un overol azul eléctrico, con el que parecía fotografía, una de mis
más gratas memorias es mi primer día de reyes junto a mis hermanas, no por lo
juguetes, en ese entonces hasta una caja de cartón me hubiera parecido un
tesoro, sino por la magia del momento.
Dulce niñez
Mis primeros años de vida fueron
realmente buenos, tuve la fortuna de caer en una hermosa familia, quizás no
nadábamos en lujos, pero conocí la felicidad que provoca una vida sencilla,
llena de amor, dichas, tropezones y travesuras, no cabe duda que los designios del Supremo son
perfectos; veo mis años de infancia como juegos con mis hermanas, primos,
mascotas y amigos del barrio, ir a la casa de mis abuelos, los cursos de verano
en la biblioteca, leer libros, comilonas del dos de noviembre, ferias del pueblo y centenar de cosas
agradables, si hubiera sido menos dramática durante años y fácil de
impresionar, pienso que siempre debí saber esa verdad: la infancia es una etapa
fascinante y extraordinaria.
Me encantó ir al preescolar;
realmente no fui una alumna muy destacada. A mí me importaba ser feliz, hacer
amigas, jugar, comandar aventuras, adoptar en el camino uno que otro gatito o
perrito callejero y tener la panza llena, sorprendente la facilidad con que ha
cierta edad podemos ser felices con tan poco, me gustaba patinar por el suelo
mostrando mis destrezas acrobáticas en todo piso, creo que robé cámara en más
de una fiesta, interrumpiendo los vals de alguna novia o quinceañera, se me
excusaba, a esa edad cualquier niño entrometido, daba gracia (o al menos eso
espero).
Al pasar a la primaria, conté con
maestros geniales por destacar algunos profesores Evita, Griselda, y Tomasito;
me di cuenta que no era precisamente un atleta estrella, por eso detestaba las
clases se educación física, además de que era un poco gordita para
emparejármele a las Ana Guevara de mi escuela, fuera de eso todo estaba bien,
tuve muchas amigas y mi escuela era un enorme patio de recreo, fui un poco
despistada en las tareas que fueron otro problemilla, nada grave, pero si
molesto. Casi siempre tenía que ir a ver a mi prima Fabiola para pedirle la
tarea, una paciente e inteligente niña que hasta la fecha es mi amiga.
A los diez años fui consciente
del tiempo, ese viejo con zapatos grandes que nos recuerda que sólo el Amor de Dios es eterno; con la muerte de dos de mis personas más
amadas, la abuela Esperanza y el abuelo Juan, que murieron consecutivamente, a
decir verdad, me costó superar esas perdida, ya que algunas veces reacciono
emotivamente, guiándome por el corazón y no la razón. Una sensibilidad que
trato de equilibrar con los años. Fui
muy adepta a la Naturaleza, me contentaban y lo siguen haciendo los
animales, plantas, árboles y toda la biodiversidad, incluso durante años pensé
que estudiaría veterinaria, con una lista a cuestas de maestra,
astronauta, escritora, pintora,
patinadora olímpica, bailarina de ballet, gimnasta, científica, antropóloga,
actriz de teatro, cantante de rock y un largo etc.
Cambios paulatinos
La secundaria fue un cambio
tremendo, “transformarse de niña a adolescente”, veía que todos las
compañeritas se enamoran y queriendo encajar en ese instante uno es capaz de
enamorarse del primer chamaco al que le está pintando el bigote. En temas
románticos tenía el mismo carisma de mi padre, entonces ¡ya se imaginarán! En
cuanto a los estudios no hubo problema, me gustaba estudiar; participé en
concursos de oratoria, declamación y composición literaria, siguiendo con ese
ritmo en la preparatoria, fui encontrando esa gran pasión por escribir, me
sentía plena y contenta, al leer un libro, sentía que por fin encontraba mi
sitio: es una experiencia trascendental poder comprobar esa gran verdad que
somos parte de algo mayor.
Recuerdo que muy pocas veces me
preocuparon cosas triviales como modas, ciertas apariencias físicas, cuando
empecé a preocuparme (actividad superflua que enferma si se cae en excesos),
eran por temas sociales, mundiales, ecologistas, y cuestiones existenciales
¿Quién era?, ¿Qué iba estudiar? Y demás viajes que daba mi mente, casi a punto
de entrar a mi mayoría de edad la literatura feminista llego a mí, y pues hay
voy yo a seguirla, como las abejas a la miel. Afortunadamente era pasajero, entendí que no se trata de estar en
contra de las personas para lograr lo que se necesita, además de que los
“ismos” a veces crean fanatismo.
Sinceramente no sabía que
estudiar, tenía claro que quería ayudar de alguna forma y a la vez realizarme,
pero no sabía cómo. ¡Deseaba
estudiar tantas cosas!: filosofía, letras, historia, literatura,
filología o algo que me acercara a la escritura. Por ese entonces sonaba algo
ostentoso, así que hice lo que me pareció más sustentable y que también amaba,
la educación; estaba en esa época de mejorar y cambiar el mundo, aclaro que no
he perdido ese ideal, ahora sólo lo concreto en algo donde pueda tener
incidencia yo misma, mejorando, redescubriendo lo que siempre ha estado ahí
mostrándose ante mis ojos.
Mi formación profesional, fue
interesante, grata, un poco estresante, una cosilla “agridulce” que hubiera
sido más tranquila si yo no me emocionara tanto, pero él hubiera es un tiempo
muerto. Me encantó aprender cosas nuevas, leer a Marx, Moro y Rousseau, me dio esa rara
epidemia de la rebeldía contra el estado; me aluciné intensamente de ideologías
que ahora veo como parte de un proceso que tenía que pasar; me integré al
número de personas económicamente activas en uno que otro simpático trabajo,
conocí personas y buenas amistades, me enamoré profundamente de alguien que
probablemente jamás se enteró. Así era yo en cuestiones de pareja, un poco
tímida y reservada.
Al salir de la universidad, tenía
un futuro que creí asegurado “brillante”, no obstante a veces es necesario que
la vida nos mantenga en la tierra viendo hacia el cielo, y los planes que veía
concretados se esfumaron como el éter en las montañas, empezó un deambular y un
peregrinaje tremendamente raudal, transformaciones de pensamiento y acción,
imprudencias, nostalgias, en la
lista de empleos se aumentaron unos cuantos más, viajes, pluralidad de
idiosincrasias, despedidas, llamados urgentes de salud e intervención médica,
todo ello parte de una profunda purificación personal para sanar el pasado.
Un proceso que nunca acaba
No es que sea una persona con
experiencias de telenovela, mi vida ha sido simple, creo que me la compliqué un poco, estoy dejando el melodrama. Todas y cada una
de las experiencias han sido importantes y mágicas desde el simple hecho de
hacerme consciente de que estoy viva al respirar profundamente, escuchar una
maravillosa canción o música, el leer un buen libro, apreciar una bella
pintura, ver una hermosa película, al estar con las personas amadas, abrazar, enamorarse, convivir
con la naturaleza, caminar o el hecho de despertarte las mañanas ver la luz del
sol y agradecer al Absoluto la enorme oportunidad de estar viva.
Actualmente me encuentro muy
feliz, he comprendido que hay un equilibrio sano entre hacer lo que amas y no
morir en el camino de hambre, esto es hacer todo con amor. Vivo más ligera sin
etiquetas ni tantos planes o proyectos,
cantando con el corazón esa bella melodía llamada risa, tratando de
vivir en la Sabiduría de la incertidumbre que significa disfrutar cada momento
de la jornada de la vida, aunque desconozcamos el desenlace.
Me atrevería a definirme como un
ser espiritual con un cuerpo humano sexuado en femenino de veintitrés años,
sensible, cambiante, tierna, segura, introvertida en algunos momentos,
extrovertida casi siempre: un ser que se sigue construyendo y co-creando, en el
armar de infinitas posibilidades; con un rol de docente, elijo y decido mi
pasión de escritora como expresión e introspección de vida, realizo mis propias
creaciones literarias, narrativas, prosa, poéticas, y sigo escribiendo para
vivir plenamente mi creatividad, esperando publicar pronto mi trabajo, como
describirme se me hace peliagudo, pues no me gusta etiquetarme, espero, haber
sido clara.
Esto es grandes rasgos lo que
puedo compartir, quizás olvidé algunas cosillas, mis gustos van cambiando, me volví vegetariana. Disfruto la
paz del silencio, meditar, me gustan los colores: el verde es mi preferido. Amo
los mangos, me interesa la unión de ciencia y espiritualidad, ahora leo más a
Ariza, Chopra, Dispenza, Hay, Krishnamurti, Osho, Walsh, Wayner, Winter, Witman, entre otros. Me
revitaliza aprender de otras personas y conocer culturas, tradiciones y
alternativas más sostenibles, en respeto, libertad y armonía a
todos los seres que habitan este bello mundo.
Mi vida es una historia que se
sigue escribiendo y eso me da una enorme emoción e inspiración para seguir
adelante, siento que Alguien ya conoce el final, estoy profundamente agradecida de que esa Fuerza vital y
Energía Absoluta esté conmigo
siempre, permitiéndome amar, ser feliz, recordar, aprender, desaprender, co-crear,
dar, mejorar, ayudar, convivir, conocer, soñar, salir de la ilusión, levantarme y mucho más. Es decir: vivir
auténticamente, completa, inmensa, intensa, profunda, real,… de verdad.
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