miércoles, 6 de junio de 2012

Autobiografía 20: Clara Mart



UNA EXPERIENCIA PERSONAL (AUTOBIOGRAFÍA)

Planes previos

María Magdalena y Rufo, eran una pareja joven con dos preciosas hijas Belén y Guadalupe y un gran amor que los unía, sin embargo ponerse de acuerdo sobre alguna decisión, estaba lejos de ser su mayor atributo; incluso me sorprende que hayan siquiera logrado enamorarse, pues los dos eran tan distintos. Una broma chusca que le hacemos a Rufo es cómo logró hablarle de amores a María Magdalena, debido a que su gran cualidad no era ser romántico, pero en fin ese es tema para otra historia. Como iba diciéndoles, esos dos maravillosos seres humanos, polos opuestos que se atraen son mis padres.
Mamá quería embarazarse nuevamente, su plan era tener cuatro hijos y si las matemáticas no la engañaban faltaban dos; papá que al parecer nunca ha simpatizado con sumas, le alentaba a  quedarse únicamente con dos niñas, pero, mi madre que es una de las mujeres más tercas que conozco se las ingenió para que yo viniera al mundo ¡Bendita obstinación!, como dice mi padre: fui requerida y casi exigida por mamá. Imagino que mamá desde la tierra le guiñó el ojo al Creador, mientras me encontraba durmiendo en alguna nube del cielo.

Bienvenida a la vida

Un catorce de julio del ochenta y ocho, nací en esos cálidos días de verano. Después de que nueve meses en el vientre de mi madre me resultaron suficientes para que quisiera salir destapada cual corcho de  botella, como era algo perezosa un médico tuvo que auxiliar a mi madre en el parto, al parecer me había perdido en el camino, jugueteando con mi cordón umbilical; aunque no debería recordar ese detalle desde pequeña  he jurado acordarme del día de mi alumbramiento como si hubiera estado presente a manera de espectadora. Obviamente mis queridos familiares con su profundo amor característico, me ignoraban regalándome una mirada de total compasión, restándole importancia a mi prematura locura, por cierto me nombraron Claudia.
Desde niña  me  persiguió la idea de que no sería normal, en verdad nadie tiene la culpa, así se dieron las circunstancias, que se puede decir de alguien que  sueña despierta inventando mundos y contando historias que a veces pocos quieren escuchar. De hecho, he pensando que si esta anormalidad, que escojo llamar “peculiaridad”, no se deba alguna alineación cósmica saltarina, un golpe prematuro en la cabeza, karma de vidas pasadas,  locuacidad, exageración, ganas de hacerse la interesante o sea descendiente de un planeta perdido en la galaxia de Orión, he pasado desde explicaciones místicas hasta científicas, sin encontrar alguna respuesta lógica o metafísica. A estas alturas de mi vida creo que son las ganas de hacerse la interesante las que me hacen sentir rara, lo que me hace pensar que debo ser más humilde y aceptar la unidad que hay en todo.

Regresando al asunto de mi prodigiosa memoria, recuerdo que mi madre me daba tecito de canela. Cuando era una parvulita de algunos meses, tengo una imagen mitigada donde mi hermana mayor, me está cargando dándome un biberón de té, el sólo recordarlo, hace que se venga el olor a la canela y su delicioso sabor; otro recuerdo que me sigue es el de un overol azul eléctrico, con el que parecía fotografía, una de mis más gratas memorias es mi primer día de reyes junto a mis hermanas, no por lo juguetes, en ese entonces hasta una caja de cartón me hubiera parecido un tesoro, sino por la magia del momento.

Dulce niñez

Mis primeros años de vida fueron realmente buenos, tuve la fortuna de caer en una hermosa familia, quizás no nadábamos en lujos, pero conocí la felicidad que provoca una vida sencilla, llena de amor, dichas, tropezones y travesuras, no cabe duda que  los designios del Supremo son perfectos; veo mis años de infancia como juegos con mis hermanas, primos, mascotas y amigos del barrio, ir a la casa de mis abuelos, los cursos de verano en la biblioteca, leer libros, comilonas del dos de noviembre,  ferias del pueblo y centenar de cosas agradables, si hubiera sido menos dramática durante años y fácil de impresionar, pienso que siempre debí saber esa verdad: la infancia es una etapa fascinante y extraordinaria.

Me encantó ir al preescolar; realmente no fui una alumna muy destacada. A mí me importaba ser feliz, hacer amigas, jugar, comandar aventuras, adoptar en el camino uno que otro gatito o perrito callejero y tener la panza llena, sorprendente la facilidad con que ha cierta edad podemos ser felices con tan poco, me gustaba patinar por el suelo mostrando mis destrezas acrobáticas en todo piso, creo que robé cámara en más de una fiesta, interrumpiendo los vals de alguna novia o quinceañera, se me excusaba, a esa edad cualquier niño entrometido, daba gracia (o al menos eso espero).

Al pasar a la primaria, conté con maestros geniales por destacar algunos profesores Evita, Griselda, y Tomasito; me di cuenta que no era precisamente un atleta estrella, por eso detestaba las clases se educación física, además de que era un poco gordita para emparejármele a las Ana Guevara de mi escuela, fuera de eso todo estaba bien, tuve muchas amigas y mi escuela era un enorme patio de recreo, fui un poco despistada en las tareas que fueron otro problemilla, nada grave, pero si molesto. Casi siempre tenía que ir a ver a mi prima Fabiola para pedirle la tarea, una paciente e inteligente niña que hasta la fecha es mi amiga.

A los diez años fui consciente del tiempo, ese viejo con zapatos grandes que nos recuerda que  sólo el Amor  de Dios es eterno; con la muerte de dos de mis personas más amadas, la abuela Esperanza y el abuelo Juan, que murieron consecutivamente, a decir verdad, me costó superar esas perdida, ya que algunas veces reacciono emotivamente, guiándome por el corazón y no la razón. Una sensibilidad que trato de equilibrar con los años. Fui  muy adepta a la Naturaleza, me contentaban y lo siguen haciendo los animales, plantas, árboles y toda la biodiversidad, incluso durante años pensé que estudiaría veterinaria, con una lista a cuestas de maestra, astronauta,  escritora, pintora, patinadora olímpica, bailarina de ballet, gimnasta, científica, antropóloga, actriz de teatro, cantante de rock y un largo etc.

Cambios paulatinos

La secundaria fue un cambio tremendo, “transformarse de niña a adolescente”, veía que todos las compañeritas se enamoran y queriendo encajar en ese instante uno es capaz de enamorarse del primer chamaco al que le está pintando el bigote. En temas románticos tenía el mismo carisma de mi padre, entonces ¡ya se imaginarán! En cuanto a los estudios no hubo problema, me gustaba estudiar; participé en concursos de oratoria, declamación y composición literaria, siguiendo con ese ritmo en la preparatoria, fui encontrando esa gran pasión por escribir, me sentía plena y contenta, al leer un libro, sentía que por fin encontraba mi sitio: es una experiencia trascendental poder comprobar esa gran verdad que somos parte de algo mayor.
Recuerdo que muy pocas veces me preocuparon cosas triviales como modas, ciertas apariencias físicas, cuando empecé a preocuparme (actividad superflua que enferma si se cae en excesos), eran por temas sociales, mundiales, ecologistas, y cuestiones existenciales ¿Quién era?, ¿Qué iba estudiar? Y demás viajes que daba mi mente, casi a punto de entrar a mi mayoría de edad la literatura feminista llego a mí, y pues hay voy yo a seguirla, como las abejas a la miel. Afortunadamente era pasajero,  entendí que no se trata de estar en contra de las personas para lograr lo que se necesita, además de que los “ismos” a veces crean fanatismo.

Sinceramente no sabía que estudiar, tenía claro que quería ayudar de alguna forma y a la vez realizarme, pero no sabía cómo. ¡Deseaba  estudiar tantas cosas!: filosofía, letras, historia, literatura, filología o algo que me acercara a la escritura. Por ese entonces sonaba algo ostentoso, así que hice lo que me pareció más sustentable y que también amaba, la educación; estaba en esa época de mejorar y cambiar el mundo, aclaro que no he perdido ese ideal, ahora sólo lo concreto en algo donde pueda tener incidencia yo misma, mejorando, redescubriendo lo que siempre ha estado ahí mostrándose ante mis ojos.

Mi formación profesional, fue interesante, grata, un poco estresante, una cosilla “agridulce” que hubiera sido más tranquila si yo no me emocionara tanto, pero él hubiera es un tiempo muerto. Me encantó aprender cosas nuevas, leer a Marx,  Moro y Rousseau, me dio esa rara epidemia de la rebeldía contra el estado; me aluciné intensamente de ideologías que ahora veo como parte de un proceso que tenía que pasar; me integré al número de personas económicamente activas en uno que otro simpático trabajo, conocí personas y buenas amistades, me enamoré profundamente de alguien que probablemente jamás se enteró. Así era yo en cuestiones de pareja, un poco tímida y reservada.

Al salir de la universidad, tenía un futuro que creí asegurado “brillante”, no obstante a veces es necesario que la vida nos mantenga en la tierra viendo hacia el cielo, y los planes que veía concretados se esfumaron como el éter en las montañas, empezó un deambular y un peregrinaje tremendamente raudal, transformaciones de pensamiento y acción, imprudencias, nostalgias,  en la lista de empleos se aumentaron unos cuantos más, viajes, pluralidad de idiosincrasias, despedidas, llamados urgentes de salud e intervención médica, todo ello parte de una profunda purificación personal para sanar el pasado.

Un proceso que nunca  acaba

No es que sea una persona con experiencias de telenovela, mi vida ha sido simple, creo que  me la compliqué un poco, estoy  dejando el melodrama. Todas y cada una de las experiencias han sido importantes y mágicas desde el simple hecho de hacerme consciente de que estoy viva al respirar profundamente, escuchar una maravillosa canción o música, el leer un buen libro, apreciar una bella pintura, ver una hermosa película, al estar con las personas  amadas, abrazar, enamorarse, convivir con la naturaleza, caminar o el hecho de despertarte las mañanas ver la luz del sol y agradecer al Absoluto la enorme oportunidad de estar viva.

Actualmente me encuentro muy feliz, he comprendido que hay un equilibrio sano entre hacer lo que amas y no morir en el camino de hambre, esto es hacer todo con amor. Vivo más ligera sin etiquetas ni tantos planes o proyectos,  cantando con el corazón esa bella melodía llamada risa, tratando de vivir en la Sabiduría de la incertidumbre que significa disfrutar cada momento de la jornada de la vida, aunque desconozcamos el desenlace.

Me atrevería a definirme como un ser espiritual con un cuerpo humano sexuado en femenino de veintitrés años, sensible, cambiante, tierna, segura, introvertida en algunos momentos, extrovertida casi siempre: un ser que se sigue construyendo y co-creando, en el armar de infinitas posibilidades; con un rol de docente, elijo y decido mi pasión de escritora como expresión e introspección de vida, realizo mis propias creaciones literarias, narrativas, prosa, poéticas, y sigo escribiendo para vivir plenamente mi creatividad, esperando publicar pronto mi trabajo, como describirme se me hace peliagudo, pues no me gusta etiquetarme, espero, haber sido clara.

Esto es grandes rasgos lo que puedo compartir, quizás olvidé algunas cosillas,  mis gustos van cambiando, me volví vegetariana. Disfruto la paz del silencio, meditar, me gustan los colores: el verde es mi preferido. Amo los mangos, me interesa la unión de ciencia y espiritualidad, ahora leo más a Ariza, Chopra, Dispenza, Hay, Krishnamurti,  Osho, Walsh, Wayner, Winter, Witman, entre otros. Me revitaliza aprender de otras personas y conocer culturas, tradiciones y alternativas más sostenibles, en respeto, libertad  y armonía a  todos los seres que habitan este bello mundo.

Mi vida es una historia que se sigue escribiendo y eso me da una enorme emoción e inspiración para seguir adelante, siento que Alguien ya conoce el final,  estoy profundamente agradecida de que esa Fuerza vital y Energía Absoluta  esté conmigo siempre, permitiéndome amar, ser feliz, recordar, aprender, desaprender, co-crear, dar, mejorar, ayudar, convivir, conocer, soñar, salir de la ilusión,  levantarme y mucho más. Es decir: vivir auténticamente, completa, inmensa, intensa, profunda, real,… de verdad.

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