En un maravilloso día como hoy
contemplo el atardecer en la calle; está cubierta de grandes rocas y un
tapizado con tierra que parece barro. A su alrededor se perciben grandes campos
sembrados con colorido forro verdes pero lo más importante, es que hay una
infinita tranquilidad.
El viento se
respira muy fresco y el cielo se ve con grandes nubes muy esponjosas,
acompañadas de pequeños y últimos toques de rayos del Sol.
Alrededor de
la calle hay pocas casas; la mía, como la de la gran mayoría, cuenta con
grandes jardines con árboles de pinos, eucaliptos, magueyes, pirules, aguacates
y duraznos dando una vista agradable de un paisaje diverso.
Lo más bello
de esta diversidad es que al caminar se admiran las atractivas rosas de
castilla, que encantan con su resplandeciente color rosa pálido y con grandes
beneficios (entre ellos sus usos medicinales o un baño confortativo).
Basta mirar al
oeste para observar la gran iglesia de Santa Bárbara, me encantan sus diseños,
sus grandes campanas que resuenan todo el tiempo. Lo que me disgusta es que en
el patio de la misma iglesia todo el tiempo lanzan cuetes sin razón y
alocadamente.
Sin embargo
más lejos, en la misma dirección, se pueden contemplar los volcanes
Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Ahora me siento sobre el pasto afuera de mi casa y
medito todo mi día de trabajo mientras observo cómo llega lentamente el
fascinante crepúsculo.
Más tarde ha
llegado el anochecer, sólo se aprecia un maravilloso mar de estrellas y la
invitada especial: la Luna.
Escribió Michelle López Ochoa.
Biblioteca Héroes de la Revolución Mexicana No.912.
Santa María Coronango, Puebla.
Michelle creo que la mayoria coincidimos en este ejercicio en la aspectos de tranquilidad, paz y sobre todo reflexiòn, leer estos ejercicios relaja bastante y sobre todo nos permite abrir los ojos a la belleza de nuestro entorno diario para que lo valoremos.No crees?
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