Hace frío, intento atrapar a la mente en sus
pensamientos, todas las ideas se van y sin embargo, estoy pensando.
La imagen es un encino plateado, sé y no
quisiera saber, por qué tengo tan presente esa especie de árbol. ¡Qué difícil
eso de escribir lo primero que viene a la mente!, es tan incoherente el
discurso mental, por eso es tan valiosa la palabra escrita, nos ayuda a dar
orden a ese caos dentro y fuera de nosotros.
Y en esa demencia del discurso interior y
todas sus imágenes, sonidos,
aromas, sabores, texturas,
sensaciones, colores y formas es que tiene origen la poesía. Ahora que lo
pienso qué poética mezcla de incoherencias tienen lugar en el caos, a veces el
caos es un camino luminoso que da cuerda al corazón y a sus sensaciones.
Siempre hay puertas que se abren, puertas que
la mayoría de las veces no nos atrevemos a cruzar, por miedo, por prisa, por
vértigo, que sé yo. Pero eso sí, nos asomamos a todas las ventanas, es
fabuloso, ¿qué es una ventana sino un elemento de contemplación? y ésta
requiere una verdadera vocación, ir contra el fluir del mundo, pretender estar
estático para eternizar un momento, pretender la inmovilidad sabiendo que el
universo, que la vida es un constante cambio, un interminable movimiento, que
todo viaja, que todo se transmuta a cada instante y que nada queda igual y aun
así guardamos objetos y millones de recuerdos que parecen permanecer y no es
verdad, un suceso puesto en la memoria ya es otra cosa cuando acaba de ser
guardado, sólo un recorte, un fragmento del todo, ya está permeado por nuestra
percepción y cuando lo traemos de regreso, cuando lo evocamos, ya es otro.
Cambió por las nuevas circunstancias y nuestra actual ubicación en el espacio y
en el tiempo. Precisamente contemplar es pretender detener el tiempo y el
movimiento, dejar de transcurrir. Todo lo que hacemos tiene que ver con
encontrar la sensación de estatismo: la rutina, tener cosas materiales,
recordar, mantener una forma de ser, de pensar, de sentir, de amar. ¿Por qué
este afán de frenar al universo? O de engañarnos que podemos frenarlo y no
aceptar el movimiento y el cambio con todo el vértigo que implica, por qué no
fluir conscientemente y ser parte
de la esencia del universo sin oposición a lo natural. Entonces sí que todo
sería eterno, estaríamos viviendo tantas vidas que no tendríamos preocupación
por el tiempo, por el futuro; nada nos enfermaría porque no necesitaríamos
sentirnos imposibilitados para detener el caudal del que somos parte.
Aprender a danzar es la clave, mejor aún,
recordar nuestra danza interior, pasar de la contemplación a la acción, hacer
propia la cadencia del movimiento de las estrellas, movernos armoniosamente al
ritmo que toque la música de las galaxias, de los rayos del sol, del mar, del
universo entero.
Danzar sí que eterniza los momentos, los
lugares y las personas, esa danza vuelve uno sólo el espacio y el tiempo como
en realidad es, y así armoniosamente con la danza uno se volverá parte,
verdaderamente, de la tierra y todo su sentir, la tierra y todo su fuego, la
tierra y todo su aire, la tierra y toda su agua. Danzar es crear la propia
música, al compás del movimiento se iluminan de colores los espirales de
energía que emanan el mismo cuerpo.
Danzando escucho y lo comprendo todo.
Danzar
conmigo, para ser, no para estar.
Laura Montiel Ugarte
Biblioteca “ Hilario Galicia Rodríguez
Cd. Serdán
"... y somos la noche
ResponderEliminarla noche sumergida en espirales
dando vueltas alrededor de los planetas
el luar de la noche
el luar escondido en el follaje
el sonido silencioso de la cauda de un insecto
y nuevamente el luar
el luar danzando
el luar besando el aire
el luar mareando la marea
el luar pintando en el lienzo terrestre..."
R.
Hermoso poema R. Muchas gracias. Siempre serás bienvenid@ por aquí.
ResponderEliminarGracias por las palabras Raquel... ¡Viento de mar!
EliminarR...