Éste que pisas es un multijardín,
tiene varios jardines en uno. ¿Has sentido en la boca el sabor del durazno?
Algo así como cuando pisas hojas
frescas en el campo, eso es el primer jardín de la abuela Tina. Tiene tantas
flores y colores que es como sentir en la piel los primeros rayos del sol
después de una noche fría, un calorcito delicioso que te eriza la piel. Algunas
plantas con hojas grandes y cerosas convierten en esferas luminosas las gotas
de rocío que albergan. Las hojas diminutas son como miles de ojos que se asoman
de la tierra. De entre las flores mi preferida es la Dalia; tiene una cara
enorme con una cabellera ordenada que el viento no despeina, su cuello es largo
y resistente. Las Tuberosas pasan de ser un húmedo camote, (después de dormir
bajo el sereno de la luna), a convertirse en hermosas muchachitas de muchos
colores, con pieles extremadamente jugosas y ácidas. La más poblada es la
colonia de los Alcatraces que se yerguen pavoneándose por todo el corredor, con
sus vestidos blancos y amarillos. Las reinas sin duda son las Rosas, de todos
los colores inimaginables, como si estuvieras escuchando cientos de cantos. La
dueña de la entrada es la Camelia, ella desde sus varios pisos de condominios,
saca a las ventanas sus sonrisas aromáticas. En esta armonía de fragancias, la
acompaña la Madreselva que con sus
florecillas diminutas extiende un manto vaporoso de dulcísimo perfume por toda
la noche del jardín.
Hay muchas
flores coloridas y entre Geranios, Pensamientos, Aretes y Perritos se levanta
otro jardín, el de los estrevejos antiguos, cosas que se usaban antes de que
ocurriera el gran temblor que derribara la casa vieja. A la entrada de un cuarto
derrumbado crece una mata de sillas de bejuco apiladas, están maltrechas y
rotas pero conservan su buena madera y porte. En el fondo, en unas repisas
germinan, del más grande al más chico, una fila de frascos de vidrio y latas de
aluminio. Por aquí y por allá, como hongos, cajas de cartón que guardan libros,
papeles y cosas. En el centro hay dos tambos de plástico que contienen un
tesoro: telas antiguas de diferentes colores y texturas con olor a viejo, olor
a la humedad de los años, además de un gran número de pañoletas. Hay en ese
lugar un objeto muy codiciado, una báscula oxidada con sus pesas de kilo, medio
y un cuarto.
Después en el
segundo patio se encuentra el futuro jardín, una gran parte de espacio llena de
macetas y botes con tierra de monte que esperan la semilla, el piececito, el
camote o la mata, dependiendo de la época del año, esos que serán flor.
Entre los tres
jardines anteriores está el increíble jardín frutal, en una superficie como de
3 m. por 2 m.; alegres se levantan las ramas de dos ciruelos de frutos
amarillos, dos ciruelos de frutos rojos, dos perales de flores blancas, dos
manzanos, dos duraznos y un limonero, todos rebosantes de frutos que de tantos,
caen al suelo para recibir a las visitas.
Laura Montiel Ugarte
Biblioteca “Hilario Galicia
Rodríguez”
Cd. Serdán, Pue.
hola sabes me recordaste a el jardín de mi mamá y es muy bonito disfrutar de la naturaleza a flor de piel y sobre todo momentos de tranquilidad y relajación.
ResponderEliminarhola sabes me recordaste a el jardín de mi mamá y es muy bonito disfrutar de la naturaleza a flor de piel y sobre todo momentos de tranquilidad y relajación.
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