Autor: Oscar Domínguez
Era una noche fría de febrero, en
pleno invierno europeo, las calles llenas de nieve y con un aire helado. Ya era
tarde, y todo mundo estaba dormido, excepto Wolfgang Amadeus Mozart, quien
escribía apresuradamente los últimos compases de su famosa ópera “La Flauta
Mágica”, pues le urgía entregarla para recibir dinero para pagar varias rentas
atrasadas de su casa, pues ya estaba amenazado de que lo echarían si no cumplía
pronto. Repentinamente, alguien tocó fuertemente a su puerta, y Mozart,
alarmado por el susto que le ocasionó el ruido, y a la vez temeroso de que
pudiera ser el casero que venía a cobrarle la renta, se negó a abrir la puerta.
Pero la insistencia de los toquidos
hizo que Mozart, todo nervioso, se acercara hacia la puerta y con la mirada
apenada, finalmente decidiera abrirla. De repente, como por arte de magia su
mirada cambió repentinamente, por que en realidad no era el de la renta, más
bien, pareciera haber visto un ángel caído del cielo o quizás una estrella
hermosa que bajaba del universo a saludarlo. Era ¡Aloysia! La hermana de su
esposa, de quien siempre estuvo enamorado; una mujer que hace mucho tiempo
había dejado de ver. En ese momento, se quedó sin habla, por que no podía
imaginar cual era el motivo de su visita, de inmediato, le ofreció a que
pasara, pero ella no quiso, por que tenía que irse pronto y que sólo quería
saludarlo y saber si estaba bien, pues conociendo las constantes enfermedades
que padecía siempre, se había preocupado por él. Mozart, al verla se imaginó
estar en el cielo, con un ángel moviendo sus hermosos labios y, sin ponerle
mucha atención, por unos momentos se vio junto a ella vestida de novia. Pero su
pronta despedida, hizo despertar a Mozart de ese sueño maravilloso que algún
día imaginó. Fue entonces que Aloysia, al verlo bien de salud, pues en todo
momento mostraba hacia ella mucha felicidad, se despidió de él, y le dijo que
le saludara a su hermana, que otro día los visitaría.
Mozart, avisó a su esposa sobre la
visita de su hermana y continuó con los compases de “La Flauta Mágica”, al poco
rato nuevamente tocaron la puerta, apresuradamente, se acercó hacia la puerta
para ver si era Aloysa, pero en esta ocasión se trataba de un hombre
desconocido que traía un mensaje del conde Franz von Walsegg, pidiéndole
urgentemente a Mozart, la composición de “Réquiem”, que en cuanto la terminará
le pagaría muy bien. Mozart aceptó y dijo que la terminaría lo antes posible.
El desconocido se fue. Al poco
tiempo nuevos toquidos llegaron a su puerta, era el mismo desconocido, quien en
nombre del conde le pedía lo antes posible terminar la obra “Réquiem”. Esta vez
Mozart le dijo que no se preocupara, que en cuanto estuviera lista, él mismo se
la entregaría. El desconocido se fue y ya no regresó… Fue entonces que
tranquilamente y esperando que nadie interrumpiera su trabajo, continuó
apresurado para terminar el encargo del conde. Pero al mismo tiempo que
escribía, sentía mucha debilidad en su cuerpo, dolor y cansancio, tal vez por
que últimamente había trabajado en muchas obras, algunas de ellas, mal pagadas.
Además, de los constantes achaques que tiempo atrás le había ocasionado, como
la fiebre reumática, de esa época. Pero eso no impedía que con tanta emoción y
dedicación, escribiera cada una de las notas tan hermosas que componía en sus
Obras. Y por si fuera poco, su corazón al ver a su amor Aloysa, despertó de
repente en él, muchos sentimientos que difícilmente pudo olvidar; por que
únicamente de ella se había enamorado, y que después de su rechazo, por
despecho se casara con su hermana Constanze.
El malestar físico que sentía,
junto con aquellos sentimientos de un amor, imposible de realizar, hacían cada
vez más difícil que terminará la obra de Réquiem, por lo que al no aguantar
más, se recostó en la cama y con la voz débil y fatigada, mandó a traer a uno
de sus discípulos, que de inmediato llegó y con lagrimas en los ojos al ver lo
mal que se encontraba su maestro ¡lo abrazó fuertemente! Mozart, al sentir el
calor y admiración de su discípulo, con su mirada tierna y tomando su mano, le
encargó que terminara la obra de “Réquiem” pues en su corazón llevaría este
último favor, de alguien que compartió momentos hermosos de su vida en la
Música y finalmente le dijo que buscara a Aloysa, y le dijera que en todas sus
composiciones, ella había sido su única inspiración y fuerza, por que la amaba!
Y finalmente, después de estas palabras, murió Mozart….
Fue entonces que el discípulo
cumplió con la encomienda y en cuanto
terminó de escribirla, juntó a varios más de sus discípulos, para
tocarle en la tumba la última Obra escrita por su gran Maestro y compositor de
aquel tiempo. “Wolfgang Amadeus Mozart”
Jacqueline Xique Tepale,
Biblioteca Pública Regional Maestro
Vicente T. Mendoza
San Pedro Cholula, Puebla
Hola Jacque te quedo bonito e interesante tu cuento Felicidades!!! atte. Nohe
ResponderEliminarMuchas Gracias, Amiga!!! Me da mucha Felicidad saber que te haya gustado, me motiva mucho como persona, pues estoy en busca de mi verdadera vocación. Muchas, muchas gracias!!! Atte. Jacqueline.
Eliminarhola wow que hermosa historia es una hermosa histora sobre la flautista magica y omo una persona que al principio sufre sale adelante con todo lo que se propone :)
ResponderEliminaratt
hidrikson