Negro
como la noche, precioso corcel sin rienda feliz disfrutando de la vida y lo
bello del campo. Todo lo contrario del zángano Ernesto que no le gusta hacer
nada, su mamá lo tiene que despertar todas las mañanas para ir a la escuela que
se encuentra como a media hora de camino. El condenado chamaco le piensa para
levantarse, Isabel le tiene preparada una cubeta con agua tibia para que se dé
un chapuzón y se despeje la modorra. Como la mayoría de las madres ya le tiene
preparado un delicioso desayuno con unas tortillas calientitas hechas en comal
de barro y lumbre de leña y un vaso de leche de sus vacas recién ordeñadas.
Cierto día era tanta su flojera que se tiró en el pasto bajo la sombra de un
árbol quedándose profundamente dormido sin sentir el tiempo. De pronto
despierta sobresaltado al sentir cosquillas en su rostro, el hermoso caballo
jugueteando con su cola, hace travesuras. Temeroso se incorpora subiéndose
rápidamente al árbol y desde ahí observa al caballo correr y ve como el viento
juega con su crin y su cola. El animal se ve feliz disfrutando la naturaleza y
la libertad. Pasa la tarde y Ernesto llega a casa, ya preocupada su madre lo
regaña, ¿qué horas eran de llegar de la escuela? Y lo que nunca hacía: acepta
gustoso el reclamo para contar más tarde a sus padres su hallazgo. Pasado un
rato llega Iván, su padre, después de un día de trabajo en su pequeña parcela y
un calor agotador dejando su burra en el achicadero que tiene al costado de su
jacal; Isabel con sus trenzas bien
tejidas con listones de colores muy cariñosa y una sonrisa recibe a su
amado con una cena calientita teniendo de sobremesa lo acontecido del día
incluyendo el hallazgo del pequeño. Pide permiso para traerlo a casa. La pareja
que ha escuchado atenta al pedimento responde: —Así nos parece bien y te
daríamos gusto, mas hay un inconveniente: eres flojo para levantarte, ¿no te
gustaría ir a la escuela? Tenemos que obligarte hacer las tareas en casa y como
verás sé honesto contigo mismo y piensa si mereces un premio a tu
holgazanería—, Ernesto que ha escuchado sin replicar responde: —Tienen razón
mis adorados padres, pero les prometo cambiar mis malos hábitos y dar lo mejor
de mí en casa y la escuela. A cambio de poder disfrutar el caballo y montarlo
para ir a la escuela sintiendo el trote como el viento acaricia mi rostro y de
música el canto del viento, es una promesa—. Después de haber escuchado el
matrimonio al pequeño aceptan que lo traiga a casa, amansándolo con cariño. El
caballo también dará a cambio su libertad. —Y nos da gusto tus buenos
propósitos ya que todo en la vida tiene un precio pues para obtener algo hay
que luchar, nada es gratis. Sólo así valoramos lo que tenemos, incluyendo la
naturaleza. Te queremos mucho hijo—, dándole ambos un beso en cada mejilla al
pequeño que los abraza con mucho amor, sonríe feliz.
EL
TITULO: LIBRO DE LOS CERDOS
AUTOR:
ANTHONY BROWNE,
Co-autora
Ana Rosa Ortiz
BIBLIOTECA
ME GUSTO MUCHO ANA SALUDOS GELA
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