19/06/08
En los altos del rancho el Pochote con una vista
hermosa llena de arboles y campo
fresco viendo como cae el agua de
la cascada hacia el rio vive Silverio al lado de sus Padres.
La mañana del domingo con el cantó del galló, Cornelio
despierta a su esposa Crisanta y le dice vieja, vieja levántate que tenemos que
ir al pueblo por nuestra comisaria, te voy a rajar un poco de leña para que
prepares café.
Silverio su hijo despierta con el ruido, todo lagañoso y
bostezando en eso llega su padre que lo levanta y lo lleva directo al lavadero
donde lo baña a jicarazo estando el agua helada que el niño rechina hasta los
dientes, Cornelio le dice muchacho de porra mira que greñudo estas, te voy a
llevar al pueblo para que te peluquien, el no quiere pues le teme a la tijera.
Pasado el rato ya listos emprenden el camino al pueblo
mas cercano y como es temporada de
calor cruzan el río a pie hasta orilla de carretera, minutos mas tarde pasa el
camión, ya en el va descubriendo su entorno, potreros con sus vacas, caballos y
su gente, niños jugando en la poza mientras sus madres lavan a orilla de rio, las casas hechas de
tarro disfrutando al máximo que no sintió como llegó.
Ya ahí sus padres lo toman de la mano recorriendo las
calles empedradas hasta llegar al mercado donde hay manteados de colores, le
llaman la atención viendo en ellos los puestos de verduras, juguetes, ropa,
algunas marchantas con su vestimenta bordada a mano.
El merolico gritando a voz, pomadas para los callos y uno
que otro dolor, el pajarero como el globero sin faltar el paletero, así cada quien en lo suyo.
Por fin después de caminar un buen
rato llegan con don Liborio el peluquero que en compañía de otros compañeros
han escogido la mejor vista rodeada de arboles para poner su manteado, cada uno
de ellos lleva su silla espejo y utensilios para un buena peluqueada, ya
instalados empiezan a llegar los
clientes de una que otra ranchería
cercana solicitando el servicio, unos nada mas la rasurada otros casquete
claro, algunos rapados los niños casi siempre a rape púes los piojos los
atraen, en fin lo que el cliente pida, llega el turno de Silverio que al ver
que don Liborio afila su navaja pela tamaños ojotes emprendiendo la carrera; su
padre lo pesca de la oreja y lo sienta Don Liborio le plática contándole
cuentos para que pierda el miedo, así que entre lagrimas, pelos y mocos de vela
terminan. Cornelio paga su peso por la peluqueada dando las gracias y se retira
en compañía de su hijo, alcanzan a Crisanta y compran lo necesario emprendiendo
el retorno a casa.
Silverio jalonea a su padre diciéndole tata, nana que
rechulo es peluquiarse de paisajito eh.
Autor. Ana Rosa Ortiz.
Felicidaddes, me llevaste por toda una descripciòn de un lugar especial donde se vas comentando cada detalle que muchas veces pasamos por desapercibido.
ResponderEliminarPocas veces revisamos el entorno y lo disfrutamos,de verdad que es una leccion para analizar y profundizar.
CUANDO LO LEEI RECORDE LOS TIEMPOS DE NIÑA CUANDO SALIA CON MI MAMA AL MERCADO SALUDOS CLAUDIA
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